Hace 51 años, el 28 de junio de 1969, en la ciudad de Nueva York se produce una de las manifestaciones más grandes, hasta la fecha, en la historia del movimiento y que daría origen al día del orgullo LGBTIQ+: la revuelta de Stonewall.
En esos años las personas trans, lesbianas y homosexuales eran perseguidas y arrestadas por la policía, acusades de atentar contra la moral, debiendo pasar noches -y en algunos casos meses- en la cárcel.
A raíz de esta situación, en 1966, en la ciudad de San Francisco, Estados Unidos, se genera uno de los primeros enfrentamientos contra los abusos policiales en el Café Compton’s, donde efectivos policiales intentaron arrestar a una drag queen que se encontraba en el lugar.
Este hecho sería un antecedente para lo que ocurriría tres años más tarde en el bar Stonewall Inn, reconocido por albergar a las disidencias sexuales.
El 28 de junio de 1969, como acostumbraban las personas LGBTI se reunían una vez más en el bar; no obstante, la policía neoyorkina realizó una redada con la finalidad de arrestar a todes quienes se encontraban en el lugar. Ante esta situación, cansades del asedio policial, lesbianas, trans y gays deciden defenderse haciendo frente a estos abusos.
Los relatos plantean que comienzan a golpear a la policía con todo lo que tuvieran a mano: puños, patadas, piedras, palos e incluso bombas molotov; acorralando a los agentes dentro del bar por un tiempo indeterminado.
Hay quienes relatan que los disturbios duraron horas, otros dicen días. Lo cierto, es que este hecho de resistencia da pie al movimiento de LGBTIQ+ tanto en EE.UU como en otras partes del mundo.
Una de sus protagonistas, Sylvia Rivera, comentará años más tarde: «lo más hermoso de la situación, es que no podíamos dar vuelta atrás, no teníamos más miedo y no nos importaba morir, nunca más aceptaríamos ser oprimidas«.
Un año después, en 1970, se realiza una manifestación conmemorando estos sucesos, siendo la primera marcha del orgullo LGBTIQ+ y la conformación de movimientos por la obtención de derechos.
Sin embargo, la moral hegemónica estaba latente en estos movimientos, discriminando a grupos trans, pese a haber encabezado la revuelta del 69.
En Chile, una de las primeras manifestaciones fue realizada en 1973. Coincidentemente, la principal demanda fue el fin a los abusos y persecución policial, para poder desenvolverse y trabajar libremente. Pero no sería hasta 1984 que se conformaría la primera colectividad lesbofeminista Ayuquelén, a raíz del homicidio de Mónica Briones.
En 1991 se conforma el Movimiento de Liberación Homosexual, que lucha por los derechos de las diversidades sexuales, teniendo como principal demanda la eliminación del delito de Sodomía del Código Penal, cuestión que se consigue en 1999.
No obstante, a mediado de los años noventa, lesbianas, trans y personas viviendo con VIH deciden abandonar la agrupación por verse marginades e invisibilizades. Proliferando diversos movimientos que perduran hasta el día de hoy.
En la actualidad, pese a no estar penadas las relaciones entre personas del mismo sexo, la situación es cada vez más preocupante, considerando que se han elevado las cifras de denuncia por agresión a causa de la orientación sexual y/o de género por sobre un 40%, en relación al año anterior, manteniéndose como realidad aún con la existencia de una ley antidiscriminación o «Ley Zamudio», la que ha sido objeto de críticas por no atacar de raíz los crímenes de odio ni prevenirlos.
Casos como el de Daniel Zamudio, Matías de la Fuente, Anna Cook, Nicole Saavedra, el reciente ataque homofóbico en la comuna de Penco y tantos otros casos, nos recuerdan la necesidad de fortalecer la lucha contra los crímenes de odio en contra de las disidencias sexuales.
Del mismo modo, se hace urgente consagrar derechos como: una educación no sexista que incluya una educación sexual integral, con la finalidad de prevenir discursos y ataques de odio tanto en las escuelas como en la sociedad en general; una ley integral trans que reconozca y garantice derechos, incluida la infancia, la cual ha sido marginada de las actuales legislación; reconocer los derechos filiativos de personas del mismo sexo; reforzar los tratamientos a personas viviendo con VIH, quienes en el actual contexto se han visto perjudicades; entre otras tantas materias que aún están pendientes.
Por todo ello, hoy el orgullo LGBTIQ+ es resistencia, disidencia, lucha y una fuerza transformadora.
Fuente: Resumen