La mayoría de los análisis y artículos de opinión coinciden en que luego de la pandemia del Covid-19, el mundo será diferente, y entre esos cambios trascendentales se potenciará o acelerará la transición de un orden unipolar neoliberal y globalista, encabezado por los Estados Unidos como súper potencia política, económica y militar con un poder incontestable y cuya voluntad se impone por encima de cualquier soberanía u orden legal alguno en el planeta; sistema que daría paso definitivamente a un nuevo orden pluripolar y multicéntrico, en el que las grandes potencias China, Rusia y Estados Unidos definirían grandes áreas de influencia y sistemas de alianza con potencias menores de carácter regional; un orden que debería estar regulado por un sistema institucional multilateral revisado o sustancialmente transformado. Ante ese escenario surgen dos grandes preguntas de nuestro interés; en primer lugar ¿Cuál es el tamaño real de los Estados Unidos?, o el que adquiriría en el nuevo orden, y ¿Qué papel le corresponde a Latinoamérica en ese nuevo mundo?
Entre los analistas rusos se suele hacer alusión a la necesidad que tiene el mundo de devolver a Estados Unidos a su verdadero tamaño, por cuanto, es obvio que no debe y ya no puede, o quizás nunca pudo abarcar todo el globo, en realidad más que un orden unipolar hay que hablar de un momento unipolar en el que EEUU aprovecho el colapso de la URSS y la juventud incipiente de China como potencia para asumirse como gendarme mundial, pero incluso los propios expertos estadounidenses, incluidos los militares, saben que ese momento ya pasó y que resulta insostenible pretender prolongarlo indefinidamente, precisamente por esta razón el régimen actual ultranacionalista de derecha se enfrenta en una guerra civil y política subyacente a las elites globalistas para retomar el Estados Unidos gigante industrial de la primera mitad del siglo XX, que vio su cúspide en los 50; esa política de “American First” implica necesariamente una reducción.
No obstante, como ningún imperio retrocede o cede sus dominios con facilidad, la política exterior de esa potencia parece seguir una doble estrategia, por cuanto mientras por un lado se adapta a las nuevas realidades globales de distribución de poder, por el otro se aferra a sus posiciones y hace demostraciones de poder para desafiar, peligrosamente, a sus rivales geopolíticos, aun cuando parezcan contradictorias adquieren sentido si las interpretamos como un retroceso en el que sería muy costoso mostrarse débil, y además bastante comprensibles si entendemos que el imperio que retrocede tratará al máximo de retrasar el avance y consolidación de sus oponentes.
Si el escenario planteado hasta ahora tiene sentido para el lector, resulta pertinente volver sobre la primera pregunta, ¿Cuál entonces es el verdadero tamaño de los Estados Unidos?, hasta donde retrocederá, y que zonas del mundo quedarán bajo su área de influencia. Sí las cosas salen bien para los Estados Unidos, al final ellos pudieran continuar siendo gigantescos y controlando prácticamente la mitad del mundo; es decir que si sus ambiciones se cumplen conservarían control sobre ambas orillas del Atlántico y en ambas latitudes (norte y sur), de la mano de sus aliados (vasallos) europeos, control sobre África y la cuenca del Mediterráneo, con la complicidad de Israel y las monarquías del golfo conservarían una presencia clave en el occidente de Asia garantizando control sobre buena parte del petróleo de la zona; por otro lado con Japón, Corea del Sur, Australia y la India el control sobre el indico y la mayoría del pacifico; en ese caso, para su pesar estarían cediendo el control de las rutas comerciales más importantes del mundo y los recursos minerales que se encuentran en territorio continental asiático y sus rutas marítimas del sur de China y el Ártico ruso.
En el peor de los escenarios para Estados Unidos y el mejor para Rusia, China y otras potencias emergentes, los EEUU se restringiría hasta la llamada anglo esfera, una zona del planeta que comprende básicamente el Atlántico norte con Canadá y México como escuderos continentales de este lado y el Reino Unido como aliado incondicional y estratégico del otro lado, teniendo al resto de Europa en una relación más tensa y distante; mientras del lado del Pacifico la anglo esfera se refiere a Australia, Nueva Zelanda y los territorios extra continentales de los estadounidenses, siempre en sociedad con Japón y Coreo del Sur que por razones históricas de rivalidad no girarían geopolíticamente. Esta reconfiguración implicaría que Rusia además de reinar en el Ártico recuperaría buena parte de su área de influencia en la Europa oriental (a pesar de los altos niveles de rusofobia de hoy el giro como recurso de adaptación es posible); lo mismo ocurriría en el Oeste de Asia y el norte de África en alianza con Irán, aunque con la notable excepción de Israel, y por su parte en el océano Indico con la India, que en este planteamiento abandonaría su postura ambivalente y terminaría de alinearse.
Por su parte China recuperaría Taiwán y consolidaría sus dominios en el mar de China con control sobre la primera y la segunda cadena de islas en un tenso equilibrio con los aliados de los estadounidenses Japón y Coreo del Sur, África, o al menos su mayor parte estarían en la zona de influencia de China. Ambas potencias tendrían además relaciones estratégicas que permitirían la consolidación del cinturón y la ruta y la ruta ártica, controlando de esta forma el centro de la economía global.
Es tiempo de ver la segunda cuestión, pues como notarán no he mencionado el papel de Latinoamérica en cualquiera de esos planteamientos posibles de reconfiguración del poder mundial; entonces ¿Cómo queda América Latina en el nuevo orden? Para ello hay que plantear también dos posibilidades: En la primera, es decir en la más favorable para Estados Unidos, simplemente seguiríamos siendo su patio trasero, condenados todos a las relaciones de dependencia económica y sumisión política y social.
Por otra parte es el segundo planteamiento el que resulta más que interesante; del lado del pacifico, sinceramente veo muy probable que continúen como aliados sumisos e incondicionales de EEUU contribuyendo a su dominio sobre el pacífico sur de la mano la mayoría de Centroamérica, Colombia, Perú y Chile con la posible excepción de Ecuador y Bolivia con el regreso de la revolución; no quiero descartar aquí toda esperanza, los pueblos de Chile y Colombia luchan, se levantan y un milagro es posible.
Del otro lado del continente es donde reside la mayor esperanza de una Latinoamérica con un rol más importante en el nuevo orden, pero eso depende, en primera instancia de salvar, consolidar y recuperar el progresismo en Cuba, Nicaragua, Venezuela, Brasil, Uruguay y Argentina; en segundo lugar, de avanzar hacia una verdadera integración total, social, política, económica y militar, que permita crear y controlar una zona de influencia que cubra el Caribe con el triángulo Cuba, Nicaragua, Venezuela y el Atlántico central y sur con el eje Venezuela, Brasil, Uruguay y Argentina, esto además requerirá de la integración extra continental sur-sur con los pueblos africanos para asegurar ambas orillas de esta parte del océano, aun considerando la mancha de las Malvinas en posesión británica.
Finalmente mantener una influencia real y disuasoria sobre esta área exigirá alianzas globales con Rusia y China, cuya forma de relacionarse con sus socios ha demostrado, hasta ahora, ser sustancialmente diferente a la de los Estados Unidos, en el sentido de ser más respetuosa de la soberanía, la identidad y la libre determinación, brindando oportunidades reales de desarrollo de la producción e industrialización nacional, con transferencia tecnológica y sin injerencia en los asuntos internos: si bien nada garantiza que esto no cambie a futuro, actualmente representa una mejor oportunidad para ir construyendo la patria grande, mejor que la ya conocida relación con los estadounidenses, una oportunidad para alcanzar nuestro merecido lugar en la historia.
Obviamente no se trata de hacer futurología, por eso se plantean algunas posibilidades para un nuevo orden que se avizora y que a la larga nos puede dar más de una sorpresa; sin embargo creo que sólo podría asegurarse que un nuevo orden es inevitables, que será pluripolar y multicéntrico, que como bien dijo el Presidente China Estados Unidos tendrá que aprender a ser una potencia responsable, que como dicen los rusos el nuevo orden implicará una reducción del tamaño de la gran área de influencia de EEUU, y finalmente que nuestro papel en ese nuevo orden emergente dependerá ahora más que nunca de la capacidad de lucha de nuestros pueblos para conquistar sus espacios, convertirse en sujetos de su propia historia y ganarse el derecho de escribir y construir su futuro, un futuro para el vivir bien con la mayor suma de felicidad posible.
Fuente: https://rebelion.org/el-verdadero-tamano-de-estados-unidos-y-america-latina-en-el-nuevo-orden/