Reflexión de Gloria Carrillo

«Hoy encontré esta foto, que sé que la mayoría de lxs que estudiamos en los años 90 en Carahue la tenemos. Es de cuando tenía 7 años, cursaba segundo básico en la Escuela Kim Ruka de Carahue la cuál este año cumplió 110 años. La escuela más antigua de la comuna, creada en el año 1910 bajo el nombre de Escuela Coeducacional N°10 para luego pasar a llamarse E-425 y en 1995 cuando yo cursaba el cuarto básico se le cambió el nombre a Escuela Kim Ruka.

Recuerdo que a muchxs nos daba vergüenza decir que estudiábamos en la “Kim Ruka” y preferíamos decir que éramos de la “425”. Muchos se reían de nosotrxs, incluso existiendo burlas y distinciones con que esa era la “escuela de los pobres”, mientras que la otra escuela pública que existía en ese entonces era la de los “cuicos”. Recuerdo también que muchas personas no querían que se le cambiara el nombre.

Quizás para nosotrxs en ese tiempo como estudiantes de básica no comprendíamos la importancia de que una escuela tuviera un nombre mapuche, en una comuna como Karawe que le cuesta mirarse a través de su historia. Una comuna que traza su historia desde la llegada del ferrocarril, los vapores, el río “Imperial”, las familias fundadoras de Carahue, las dedicadas al comercio.

Cuando crecí, y comencé a conseguir libros en las bibliotecas, que en esa época no teníamos ni siquiera espacio donde sentarnos porque siempre estaban llenas, comencé a preguntarme ¿Y los mapuches?, ¿dónde aparecen en esa historia elitista que se ha construido en nuestra comuna? Obviamente aparecían en calidad de objetos del pasado, adorno de museo, incluso teniendo nosotrxs familiares y compañerxs que venían de comunidades desde Quillem, Colico, Catripulli, Taife, Champulli, etc.

Me di cuenta que la lectura que se hacía de esta memoria colonial era incluso de orgullo por ser un lugar donde llegó Pedro de Valdivia y que incluso “casi” fue la capital del reino de Chile. Ese orgullo colonial, sigue instalado hoy en día, en las burlas, en las risas, en las negaciones, en el decir “la mapuchita”, “el mapuchito”.

El racismo, opera de diversas formas, y en las escuelas también podemos ir cambiando esos imaginarios, en la forma en cómo vamos no sólo aprendiendo sino reconstruyendo la historia. En enseñanza media varios tuvimos a Pedro Canales como profesor de historia, quien en esos años, recién salido de la universidad, nos (re)enseñó la historia desde una dimensión política.

Eso contribuyó a que de ahí saliéramos muchxs profesionales que hoy en día formamos parte de su “camada”, antropólogxs, historiadorxs, profesorxs, etc. que estoy segura tenemos una mirada crítica de lo que está sucediendo hoy día.

El racismo hacia el pueblo mapuche es responsabilidad del Estado, por contribuir a perpetuar esos imaginarios a través de sus instituciones, políticas funcionales, medios de comunicación, etc.

Pienso, que en distintos frentes debemos ir construyendo otras narrativas que permitan cuestionar, desmantelar y repensar las memorias, y esa no es sólo tarea de lxs mapuche, es tarea de todxs».

Fuente: Mapuexpress

Compartir: