Camila Rojas tuvo que abandonar su hogar en plena cuarentena en Colombia. Su exmarido iba constantemente a su casa cargado de amenazas y la arrendataria, que no quería «escándalos» ni «ruido», cesó su contrato de alquiler.
Este fue el último de los agravios sufridos desde que denunció a su expareja por maltratos en enero, explicó a Efe por teléfono esta mujer, que utiliza el nombre ficticio de Camila Rojas por temor a revelar su identidad.
Ahora teme que con la cuarentena se «ralentice más el proceso de denuncia» y lamenta no tener acceso a ayuda psicológica porque las instituciones que ofrecen esta atención están cerradas.
Como ella, son muchas las mujeres en Colombia y en el resto del mundo que vieron su situación agravada por el confinamiento porque al estar encerradas en casa no pueden escapar de sus agresores.
En Colombia, la línea de atención púrpura 155 tuvo un incremento del 103 % de llamadas el primer mes del aislamiento preventivo, vigente desde el 25 de marzo, y al menos 21 mujeres fueron asesinadas, según la Fundación Feminicidios Colombia.
Para paliar la situación, una ola de «sororidad» y de alianza entre mujeres se ha formado en el país con la creación de redes feministas para acompañarlas y brindarles información de igual a igual.
La «capital feminista» de Colombia
En Bogotá, alrededor de 40 mujeres asiduas a las protestas que tiñen de verde y púrpura la Plaza Bolívar de la capital crearon la Red Solidaria de Mujeres, que ofrece orientación jurídica y psicológica a las afectadas por la violencia.
A diferencia de los organismos oficiales, su línea de ayuda nace «desde la solidaridad más que desde el asistencialismo», aseguran.
«Somos unas mujeres que estamos aquí para ayudarte y que no vamos a juzgar si decides no denunciar», explicó a Efe Rosana Mateo, quien también pidió proteger su identidad.
«Poder salir a un espacio seguro» es la mejor opción para salvar la integridad de las mujeres que sufren violencia machista, cosa «imposible» durante la cuarentena, apunta Mateo.
Esta opción se redujo desde las instituciones «porque las casas refugio están desbordadas y la Alcaldía anterior cerró varias. ¿Por qué no se reabren?», se preguntó la activista.
La campaña «Todas somos Todes» también surgió por la pandemia para dar mercados a mujeres con trabajos informales, gracias a la cual ya han podido entregar más de 600 en Bogotá.
Para Mateo, el parón económico de la cuarentena diluyó la posibilidad de las mujeres de escapar porque antes, al dejar a su pareja, podían «intentar subsistir con cualquier trabajo, pero ahora las posibilidades de rehacer su vida económica no existen».
Su iniciativa, que ha atendido a más de 130 mujeres desde el 30 de marzo, es autogestionada y aunque quieran, les es imposible abarcar todo el país.
Cuerpos marcados por el conflicto
La abogada Angélica Cocomá, de la ONG Women’s Link Worldwide, explicó a Efe que en las regiones afectadas por el conflicto armado los grupos ilegales «ejercen el control sobre el territorio, controlando la movilidad, el abastecimiento de víveres y la cotidianidad».
Con los cuerpos marcados por el conflicto, las mujeres «evitan salir a denunciar o no pueden escapar de sus agresores porque sus vidas están en doble peligro. Los grupos armados controlan sus movimientos y la situación se agudiza por la cuarentena», afirma.
En Cúcuta, ciudad fronteriza con Venezuela, una región donde el conflicto persiste, Alejandra Vera, de la Corporación Mujer Denuncia y Muévete, brinda información sobre rutas de atención a mujeres víctimas de violencia de género.
Vera explicó a Efe que en las comunidades más pequeñas las líderes sociales solían identificar cuando una mujer sufría violencia machista porque se daban cuenta de «que llevaba 15 ó 20 días sin salir de su casa» o sin «asomarse a la ventana».
«Entonces, las líderes avisaban al resto de mujeres y a sus amigas y cuando salía el esposo de la casa le ponían papelitos en la ventana para saber cómo estaba», relató.
Con la cuarentena este apoyo desapareció y por ello están habilitando redes electrónicas como la iniciativa «Cosas de Mujeres» con encuentros digitales de líderes y ayuda jurídica y psicológica.
Vera agregó que están «desbordadas» y que cada día les toca ver «todo tipo de situaciones». Sobre todo, lamenta la falta de conocimiento sobre «las violencias de género» en los hospitales y que se ignore que en la ruralidad pasan «cosas tan graves como los matrimonios infantiles o la trata de mujeres migrantes venezolanas».
Marca latinoamericana
Las iniciativas feministas son el síntoma de que la región acogió con entusiasmo el tsunami global de este movimiento, que dio impulso a años de trabajo contra la violencia de género. En Argentina, organizaciones como MuMalá acompañan y dan recursos a mujeres y personas del colectivo LGTBI+ en situación de riesgo.
También en Chile nació por la cuarentena la campaña #EnRedNosCuidamos, que brinda apoyo a ocho regiones del país o en México con la Red Nacional de Refugios, una organización de la sociedad civil que da cobijo a mujeres víctimas de violencia.
Con estas alianzas, las redes feministas se convierten en un dique de contención a la violencia machista en todo el continente y se preparan también para contrarrestar los efectos de la pandemia que, según ya ha alertado Naciones Unidas, serán más graves para las mujeres.
Fuente: El Mostrador