Mientras en Europa los residentes locales se muestran poco dispuestos a reemplazar a los migrantes en el campo, en EE.UU. los agricultores se ven obligados a destrozar miles de toneladas de alimentos.
Los países de Occidente desde hace tiempo adaptaron su sector agrícola a la mano de obra barata de migrantes temporales. Millones de trabajadores viajan todos los años del Europa del Este y de África a Europa, y de México, Centro y Sudamérica a Estados Unidos y Canadá para trabajar en los campos de agricultura.
Muchas veces se trata de una forma de explotación laboral dura de sol a sol con salarios humildes, en ocasiones con condiciones precarias, cuidados sanitarios nulos y el peligro que conlleva trabajar durante mucho tiempo con productos tóxicos. Sin embargo, para millones de personas en todo el mundo es la única fuente de ingresos y de financiamiento vital para sus hogares.
Hoy las restricciones de desplazamiento impuestas debido a la pandemia del covid-19 ha suspendido el tráfico habitual de los trabajadores golondrina. Debido a la crisis sanitaria, logística y económica global muchos migrantes se vieron obligados a quedarse en casa y ya no podrán sostener con sus ingresos la economías de sus propios países.
«Las remesas son una fuente de ingresos vital para los países en desarrollo. La recesión económica actual provocada por el covid-19 está afectando gravemente la capacidad de enviar dinero a los hogares de origen», reza un comunicado del Banco Mundial que prevé la mayor caída de remesas de la historia reciente.
Al mismo tiempo, los países desarrollados también se vieron en una situación desesperada. Junto con los problemas de sequía y la quiebra masiva de empresas, la escasez de la mano de obra agraria puede llegar a ser uno de los factores clave de una crisis alimentaria global que puede producirse en los próximos meses. Ante esta amenaza y a pesar de la pandemia del nuevo coronavirus, estos países cuyo bienestar depende tanto de la importación de la mano de obra barata buscan posibilidades para solucionar el problema.
EE.UU. y Canadá no han cerrado sus fronteras
En el contexto de la pandemia del covid-19 y para hacer frente a sus consecuencias, el 22 de abril el presidente estadounidense Donald Trump firmó una orden ejecutiva para suspender temporalmente la inmigración legal a Estados Unidos. No obstante, se precisa que esta medida no se aplicará a los trabajadores temporales del campo.
Los trabajadores agrícolas extranjeros, principalmente mexicanos, son parte importante de la base económica de EE.UU. y la clave de la prosperidad de sus imperios agrarios. Varios millones trabajan en los campos y granjas de California, Texas, Washington, Florida, Oregón y Carolina del Norte para proveer alimentos a los consumidores estadounidenses y garantizar sus exportaciones a otros países.
Igual que EE.UU., Canadá tampoco cierra sus fronteras para los temporeros. A principios de abril este país norteamericano ya había recibido al primer grupo de mexicanos en el marco del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales México-Canadá (PTAT).
A los agricultores europeos les urgen las ‘manos de ayuda’
Según Financial Times, el sector agrícola alemán durante una temporada necesita a unos 300.000 trabajadores. Italia en los próximos meses requerirá a unos 250.000; a Francia le hacen falta unos 200.000, mientras que España y el Reino Unido necesitarían entre 70.000 y 80.000 trabajadores agrícolas temporales.
La BBC citó a agricultores británicos que advirtieron que su cosecha podría echarse a perder en los campos debido a la falta de trabajadores migrantes de Europa del Este.
Conforme a esta fuente para resolver el problema, y a pesar de restricciones de movimiento, las grandes empresas europeas del sector agroalimentario ya contrataron vuelos especiales para traer a la gente de Rumania y Bulgaria. Uno de los destinos es Alemania, cuyo Gobierno permitió oficialmente la entrada a 80.000 extranjeros que tras ser sometidos a un examen médico, serán obligados a guardar la cuarentena y trabajarán sin poder abandonar el territorio de sus empresas.
Al mismo tiempo, las autoridades europeas animan a sus propios ciudadanos que se quedaron sin empleo a participar en los trabajos del sector agrario nacional y ayudar a los granjeros a recoger la cosecha. «Nuestros agricultores se están quedando sin las ‘manos de ayuda’, ayúdenlos», con estas palabras el ministro francés de Argicultura, Didier Guillaume, se dirigió a la nación a través de varias cadenas de televisión.
«Si no se efectúa esa recogida de productos podría disminuir el abastecimiento de los mercados y la disminución de la oferta podría suponer el aumento del precio y menos abastecimiento», advirtió a su vez el ministro de Agricultura de España, Luis Planas. A principios de abril el Ejecutivo español aprobó un decreto que flexibiliza la contratación en el campo de parados e inmigrantes sin autorización de trabajo para buscar personas que quieran trabajar en el campo al menos hasta el 30 de junio.
El cierre de la economía hizo que el desempleo aumentara sin precedentes
El cierre repentino de la actividad económica por la epidemia del covid-19 ha dado como resultado un número sin precedentes de despidos en muchos países del mundo. En EE.UU. ya son más de 30 millones de personas que han solicitado ayuda al Gobierno federal por desempleo en las últimas seis semanas desde que se impusieron las medidas restrictivas en este país.
En el Reino Unido casi dos millones de personas pidieron ayudas desde mediados de marzo. Mientras que en la Unión Europea más 14 millones de personas se encontraban en situación de desempleo durante el mes de marzo, de las cuales 12.156 millones formaban parte de la zona euro, de acuerdo con los datos recientes de la oficina de estadística comunitaria Eurostat.
A pesar del paro, los europeos no parecen estar dispuestos a trabajar en el campo
Sin embargo, por el momento no se puede decir que la iniciativa de ofrecer los trabajos agrícolas a europeos occidentales ha tenido mucho éxito. Después de que el Gobierno británico lanzara su proyecto ‘Pick for Britain’ para reemplazar a los trabajadores de Europa de Este en la recolección de frutas y verduras, de los 50.000 británicos que respondieron a esta iniciativa tan solo unos 112 se mostraron dispuestos a empezar a trabajar.
Las razones por las que la mayoría no quiso aceptar la oferta fueron que los candidatos no podían trabajar durante todo el período del contrato, la granja estaba demasiado lejos, no querían desplazarse al trabajo a diario o querían trabajar a tiempo parcial.
En EE.UU. los agricultores destruyen alimentos
Toda esta situación adquiere aún más dramatismo al conocerse que en EE.UU. los agricultores se ven obligados a destrozar miles de litros de leche, enterrar centenares de miles de kilos de verdura o romper millones de huevos porque no tienen a dónde vender, ya que sus clientes —restaurantes, hoteles y colegios— están cerrados y el sistema económico actual es incapaz de redistribuir los excedentes de alimentos de manera eficaz.