Dirigentas de asambleas territoriales de las comunas con mayores niveles de contagio en la Región Metropolitana –Santiago, Independencia, La Florida y el cordón poniente que agrupa Estación Central, Maipú, Pudahuel Sur, Lo Prado, Cerro Navia- relatan cómo se han articulado las redes de solidaridad en estas comunas para apoyar a adultos mayores a retirar medicamentos, combatir la violencia hacia las mujeres, hacer ollas comunes ante la falta de alimentos, prestar contención psicológica en la virtualidad cuando el encierro se vuelve agobiante. Las voces de las mujeres que lideran estos procesos fueron recogidas por El Desconcierto.

Durante estos meses las redes solidarias y de apoyo mutuo se han activado para sortear los efectos de una crisis sanitaria que no da tregua. En distintos barrios, las asambleas territoriales están desarrollando un trabajo de abastecimiento de alimentos, ollas comunes, redes de apoyo psicológico, acompañamiento feminista contra la violencia hacia las mujeres que ha aumentado en estos meses de confinamiento y también ayuda a los adultos mayores, en tareas tan necesarias como renovar recetas y retirar medicamentos.

En estos procesos, las mujeres han sido protagonistas, como dirigentes y voceras de asambleas. El Desconcierto recogió sus relatos en los que detallan cómo estas redes han impactado en el colectivo, sobre todo en las comunas donde la cantidad de contagiados se ha disparado y las medidas restrictivas se profundizan.

Independencia: Ayuda a adultos mayores

Desde principios de abril la asamblea territorial Juan Antonio Ríos se ha desplegado por la población que lleva el mismo nombre del ex presidente radical. Todo partió a pulso, anunciando por megáfono que recibían recetas para ir a los consultorios y al hospital a retirar medicamentos. Por cada salida que hacían cubrían cerca de diez cuadras, entre blocks y casas. A los minutos comenzaron a salir adultos mayores diciéndoles que no necesitaban comprar alimentos, pero sí retirar remedios. Esa dinámica se ido repitiendo semana a semana.

Hemos ayudado a cerca de 40 adultos mayores en estas condiciones. El primer mes la campaña fue fuerte en la calle y después fue solo por redes”, explica Leonor Benítez Aldunate (29), antropóloga y dirigenta de esta organización comunitaria.

Un trabajo que han desarrollado en una de las comunas de la Región Metropolitana donde el número de contagiados se ha disparado en las últimas semanas: ya suman 992 casos activos.

El primer llamado que los alertó de la grave situación de los adultos mayores, imposibilitados de salir por pertenecer a uno de los grupos de riesgo, vino de parte de una dirigente vecinal. Les dijeron que necesitan renovar recetas, que estaban a punto de vencer y urgía retirar los medicamentos. Uno de ellos era para tratar la artrosis.

Con eso partieron a sus casas, preparados con mascarillas, guantes y alcohol gel, recogieron los papeles y se fueron hasta el Hospital San José. Todo esto sabiendo además que por esos días la plana mayor del recinto hospitalario se había contagiado. “No hubo tiempo de definir quién iba o no y fui yo y otra compañera. Nos dijeron que había cambiado todo el sistema del hospital y que habían cambiado los horarios. Era una fila muy larga donde claramente no era posible el distanciamiento social. Pero la hicimos de todas maneras”, explica Leonor.

Al tiempo les llegó una donación de escudos faciales, así que se sentían mucho más protegidas y no pararon el “puerta a puerta”. También están en una campaña de recaudación de fondos para comprar trajes pulverizadores.

No sabían bien cómo iban a resultar estas salidas, tenían miedo por exponerse y el bombardeo de información sobre la propagación del virus. Aparte, la municipalidad tampoco estaba trabajando con todo su personal. “Un vecino adulto mayor que tenía úlceras necesitaba curaciones, pero no tenía los insumos y le consiguieron con un integrante de la asamblea que tenía”, cuenta Leonor que también reconoce casos de violencia hacia adultos mayores por parte de uno de sus hijos, a quien le han hecho seguimiento.

En este tiempo la contención, dice, pasa por una conversación, por hacerlos sentir cuidados. Eso la motiva a seguir a ella y al grupo.  “Es cumplir un rol entorno a la comunidad. Es enriquecedor”, expresa.

Santiago centro: Encierro y salud mental

Cuando recién se anunciaron las medidas restrictivas para las comunas con mayores contagios, en la Asamblea El Claustro, en Santiago Centro, había resistencia a dejar la discusión que venían dando a propósito del estallido social de octubre. Al poco tiempo se dieron cuenta que las nuevas dinámicas virtuales, el encierro mismo, también requerían de un cambio. Si antes era una conversación política más dura, ahora la preocupación principal era el “cómo estái”.  Y ha sido una constante a través de los grupos de Whatsaap.

Sus reuniones no se han interrumpido y eso les ha permitido tener un espacio para despejarse cuando todos los vecinos viven en departamentos y han pasado días sin salir. Por eso la contención emocional y psicológica ha sido primordial, explica Lissette Lazo Araya (29), profesora de un centro privativo de libertad para menores y vocera rotativa desde enero.  Para ella estos dos meses de asambleas virtuales han sido extrañas, pero la han dejado con sensación de esperanza.

“Hemos identificado cómo nos ha ido tocando esto. En un primer momento fue un shock sicológico, negación, resistencia a la vida virtual completa. Identificamos la necesidad de seguir manteniéndonos  consolidados”, explica.

La reflexión inicial fue que parte que la salud mental la podían gestionar entre vecinos y vecinos apoyándose mutuamente. Una de las maneras era darle continuidad a los procesos que habían iniciado, fortalecer los vínculos y mantener la periodicidad de comunicación a modo de contención virtual. La creatividad también ha sido fundamental en este proceso. “Aplicamos literatura como terapia, hicimos un poema colectivo y eso da una sensación de agradecimiento por mantener los afectos”, cuenta Lissette.

La crisis sanitaria los encontró en un momento en que venían bien compenetrados como organización. Se activó una cooperativa de abastecimiento “La Minga”, que hace compras en conjunto todos los meses y se ha mantenido durante la pandemia. Para muchos esto les da un respiro económico considerando que la mayoría son arrendatarios y trabajadores independientes.

Al ingresar a un periodo agudo proyectan hacer seguimiento de los vecinos a través de contacto telefónico, sumar nuevos proveedores a la red de abastecimiento y gestionar un programa radial. Las onces callejeras que antes se hacían en Portugal con Marín las readecuaron al espacio virtual. “Siempre hay un agradecimiento a este trabajo. “Nos mantiene en equilibrio”, concluye la vocera.

Cordón poniente: Redes feministas contra la violencia

Con el confinamiento total en los domicilios por la pandemia los casos de violencia hacia las mujeres han aumentado considerablemente. Muchas mujeres y sus hijos e hijas conviven con sus agresores en espacios reducidos que agravan más aun la situación. Esto ha sido una preocupación de la que se ha hecho cargo la comisión de Mujeres y Diversidades de la Asamblea Territorial de Pudahuel Sur, que pertenece al cordón poniente al igual que las comunas de Lo Prado, Cerro Navia, Maipú y Estación Central, Quinta Normal. En total este lo conforman alrededor de 20 mujeres.

Valentina Ortega (26) es estudiante de antropología e integra la asamblea de Pudahuel, donde explica que hay horizontalidad entre sus participantes. El trabajo que están desarrollando es aún incipiente y están coordinándose con otras mujeres del cordón para mapear las zonas donde se han registrado denuncias por violencias para intervenir con ayuda psicosocial.

Explica que ha surgido la preocupación en dos aspectos: la violencia y encierro con los agresores y la sobrecarga que enfrentan las mujeres que teletrabajan y que asumen el cuidado de los niños y niñas. “[En estas comunas] tenemos una realidad compartida, de clase, no hay diferencias. Se ha hecho harto trabajo local”, explica Valentina sobre la información que les ha llegado fundamentalmente a través de redes sociales solicitando apoyo psicológico.

Hasta ahora van tres casos, uno de Estación Central. Escribieron solicitando apoyo psicológica y psicosocial. Durante estas semanas las hemos estado llamando, poniendo a disposición los números de contacto del centro de la Mujer de la comuna, de Sernameg y de acompañamiento feminista.

“Ahora que se viene la cuarentena total las familias van a estar más juntas y los roces se van a hacer más álgidos. A menos que formemos una milicia territorial no tenemos la capacidad ni para sacar al agresor ni a la mujer de ahí. Ni la PDI ni Carabineros se ha hecho cargo y estos casos terminar en femicidio. Eso es lo que tenemos que evitar”, explica Daniela.

En el caso de la Asamblea de Pudahuel Sur para el trabajo territorial la han dividido en núcleos. De ahí identifica lugares donde es más complejo intervenir por dinámicas de narcotráfico, población en condiciones de vulnerabilidad. De momento están haciendo la red de catastros y de contactos. “Fue una reacción a una situación de la que nos tenemos que ir haciendo cargo”, dice Daniela.

La Florida: Toma Dignidad y ollas comunes

El domingo pasado Daniela Landaeta (27), dirigenta de la primera etapa de la toma Dignidad, en La Florida, prepararon la primera olla común en su casa para aplacar las consecuencias de esta pandemia: vecinos y vecinas sin trabajo donde el alimento escasea.

Esa mañana, junto a otra vecina, comenzaron a preparar desde temprano el menú del día: arroz con salsa de tomate y jurel. A las 14:00 horas ya entregaban las primeras colaciones que a eso de las 16:00 horas ya se terminaban.

Vinieron cerca de 50 personas, pasaban de a dos, máximo de a tres para evitar aglomeraciones. Aquí en mi casa vive mi mamá que es diabética, que se vino de otro sector de la comuna donde ya había muchos contagiados”, cuenta. No escogieron la cancha para entregar porque llegaría mucha gente a la vez, y en su casa tenía el control del ingreso, dice.

La toma se conformó hace cuatro meses y se dividió en cuatro etapas: cada una cuenta con sus delegadas. En total, viven aproximadamente 500 familias y, en el sector que representa Daniela, residen 275 personas. Hasta ahora no se han registrado contagiados.

Ella lamenta que por la pandemia se paralizara el proceso de conformación de comité de vivienda para iniciar los trámites en el Serviu para postular a los terrenos y construcción de casas sociales. “Es fome porque sabemos que estamos en un lugar no apto y nos pueden venir a desalojar en cualquier minuto. La última vez nos dijeron que se podían demorar dos años por lo menos”, explica.

Por otro lado, durante la cuarentena las autoridades municipales tampoco han ido. Pocas semanas antes les llevaron una donación de alcohol gel y revisaron la falta de suministro de agua en uno de los sectores de la toma. Desde ahí nunca más volvieron.

Este sábado nuevamente se repetirá el almuerzo en su casa. “Me gusta que la gente lo pase bien, tratar de ayudar, para que no les pase nada”, expresa Daniela.

Fuente: El Desconcierto

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